
¿Cuándo se inventó el bidet?
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El bidet se inventó en Francia a comienzos del siglo XVIII, aproximadamente en el año 1700. Su nombre viene del francés bidet, que significa “caballito”, porque para usarlo había que sentarse con las piernas abiertas como si se estuviera montando. En esa época no existía el papel higiénico y la higiene era muy limitada, así que el bidet apareció como una solución elegante para mejorar la limpieza íntima.
En la Europa de esos años, la mayoría de las personas se limpiaba como podía: con trapos, esponjas o simplemente vertiendo agua desde una jarra. No había duchas, ni baños como los de hoy, y el olor corporal era parte del paisaje. No es casualidad que, para disimularlo, los franceses se hayan convertido en perfumistas por excelencia. El bidet surgió como una respuesta práctica a este problema: una forma de asearse sin tener que bañarse completo todos los días.
Al principio, el bidet era un objeto de lujo reservado para mujeres de la nobleza. Se instalaba en los dormitorios, justo al lado del recipiente donde se lavaban las manos y la cara, y estaba hecho de porcelana o madera. No tenía agua a presión: se llenaba manualmente con una jarra, y se usaba como una pequeña “bañera” para el trasero y la zona íntima. Era una práctica privada y delicada, asociada al cuidado personal y la elegancia (de Francia).
Con el tiempo, y especialmente durante el siglo XIX, el desarrollo del sistema de alcantarillado permitió que el bidet pasara de ser un mueble portátil a convertirse en un artefacto fijo dentro del baño. Fue ganando popularidad en países como Italia, España, Portugal y Argentina. En cambio, en lugares como Inglaterra o Estados Unidos fue rechazado, a veces por prejuicios culturales o religiosos que lo consideraban innecesario o demasiado íntimo.
Hoy en día, el diseño del bidet ha cambiado completamente. Ya no se necesita tener un baño gigante ni remodelar toda la casa. Existen accesorios bidet —como Culify— que se instalan directamente en el WC y ofrecen una experiencia de limpieza superior sin ocupar espacio adicional. Se puede regular la presión del agua, ajustar el ángulo del chorro, e incluso evitar el uso de papel higiénico por completo.
¿Sigue teniendo sentido usar un bidet hoy? Por supuesto que sí. Porque si estás viviendo en 2025, tu cuerpo no debería oler al 1700.